En Transoceánicas los subtítulos no son tales, sino textos de las cartas que sus dos protagonistas, después de haber vivido juntas, se intercambian tras el regreso a sus respectivas ciudades: Barcelona y Buenos Aires. Cada línea condensa sentimientos comunes y evoca algo que te ha sucedido, que has pensado o que has experimentado en algún momento de tu vida. Con lo cual, desde el mismo arranque te conviertes en lector de esa correspondencia postal íntima, de la que participas en silencio.
Las dos mujeres que codirigen esta película, la argentina Lucía Vassallo y la catalana Meritxell Colell, comparten con el espectador vivencias, dudas y momentos cotidianos, grabando el entorno urbano y rural de sus paisajes y de sus trabajos, con naturalidad, sin artificios, creando un ambiente doméstico que sin embargo resulta muy sugerente. Que alguien mire la ciudad de una forma en la que ya hemos dejado de mirarla los peatones acelerados y los conductores más acelerados aún nos devuelve el aprecio por el lugar donde alojamos nuestras vidas.
Las cartas, el teléfono y las conexiones por Skype consolidan una amistad, sostenida además por la dedicación de ambas al cine, que se resiste a la distancia en un mundo en el que este concepto ha cambiado por completo. La proximidad con los amigos, la familia, los conocidos o los compañeros de trabajo se establece ahora más que nunca en la solidez de la actitud, en la firmeza de concebir los días como algo colectivo, que solo se enriquece al compartirlos.
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